Perder peso sin perderte el respeto

El tema de la pérdida de peso es muy importante para mí.

A los 9 años, después de un reconocimiento médico en el colegio, informaron a mis padres de que tenía sobrepeso y debían hacer algo al respecto.

Recuerdo ese momento, y con mucha preocupación. Sobrepeso. Yo tenía un grave problema. Así lo viví yo.

Obviamente, esto era una realidad. Yo tenía kilos de más. De pequeña era una de esas chicas que se desarrollan muy pronto. Con 9 años yo era de las más altas de la clase, y estaba gordita. Ahora, viendo fotos de esa edad, veo que lo que tenía eran simplemente unos kilos de más, tampoco demasiados. Por supuesto, era algo que debía solucionar, pero no era nada alarmante.

Esto lo puedo decir ahora pero no podía decirlo entonces. Para mí aquello fue una bomba. Ese diagnóstico era muy grave. Era gorda; más alta, más grande y más gorda que el resto de las niñas de mi clase. Era un gran problema, una gran carga.

Ese sentimiento siguió conmigo durante toda mi vida, hasta el día de hoy.

Claro está que yo seguí con mi vida, intenté sobreponerme. Conseguí sentirme bastante bien conmigo misma, dentro de que yo era gorda.

El tono en el que estoy hablando aquí es el tono con el que yo me hablaba a mí misma. Lo que aquí pretendo reflejar es la situación que yo vivía, emocionalmente, físicamente y mentalmente.

Como yo era gorda, muchas cosas se me pasaban por la mente:

-No voy a gustarle a nadie

-Por lo tanto adoptaré el papel de «gordita simpática»

-Quiero perder peso para que tod@s flipen conmigo, para ser una chica diez e impresionarlos a tod@s

-Pero me niego a perder peso para que me quieran más

-Me tienen que querer como soy

-Pero yo no me quiero así

-Cuando encuentre a alguien que me quiera así significará que me quiere de verdad

-Pero yo sigo sin quererme

Este es un resumen básico de algunas de las ideas que pasaban por mi cabeza.

Realmente yo no quería perder peso, ya que me hervía la sangre al pensar que me aplaudirían cuando fuera más delgada, más guapa.

¿Por qué tengo que adelgazar? ¿Para ser una mejor versión de mí misma? ¿Para gustar más? ¿Por qué es ese el canon de belleza? Ojalá hubiera nacido en otra época, donde tener kilos de más era síntoma de salud.

Luego estaban las personas que me decían «No es por belleza, es por salud». Sin embargo nunca tuve ni he tenido, a día de hoy, ni azúcar  ni colesterol, y todos mis niveles en todas las analíticas eran normales. Era muy flexible y ágil.

Me encantaba bailar, patinar, jugar corriendo. Era muy activa.

Por supuesto, ya desde aquella noticia del colegio, mis padres se lo tomaron muy en serio y mi menú consistía, en un 60%, de pollo a la plancha con espinacas y, en el restante 40%, de diversos pescados, filetes a la plancha con todo tipo de verdes. En mi casa no se olió nunca una patata frita.

Me encantaba comer verduras, por supuesto. Pero había algo que fallaba, diría yo, ya que no bajaba de peso. Mejor dicho, estaba en constante efecto yo-yo.

Pero es que entonces yo vivía machacándome, pensando que era un fracaso y no conseguiría bajar de peso. Poco sabía yo por aquél entonces del papel que juegan las emociones en este tema.

Dejé que todos opinaran. Acepté miles de críticas y opiniones. Claro, tienen razón… pensaba. O, lo que es más fuerte si cabe… Tienen derecho de criticarme y/u opinar sobre mi físico.

Básicamente, yo me exponía. Estaba a merced de los bien o malintencionados comentarios de otras personas.

Podría contaros muchas anécdotas, pero voy al grano.

Como ya os he dicho en entradas anteriores, no se pierde peso privándonos de comer y forzándonos a hacer ejercicio.

No se pierde así.

Voy a explicarlo mejor:

Sí que se pierde peso así, ya que es matemático; cuando hay una menor ingesta de calorías, el cuerpo empieza a quemar las calorías almacenadas; cuando hay más deporte, el cuerpo quema más grasa. Es de lógica.

Es como decirle a alguien con depresión «Haz deporte todos los días, ya que sube los niveles de endorfina. Y también ríete mucho, todos los días, como si fuera una medicina».

Son consejos útiles. Funcionan, si se los toma uno en serio. De hecho hay una meditación de Osho que consiste reír mucho, forzar la risa, nada más abrir los ojos por la mañana. Os la recomiendo, es muy difícil llevarla a cabo con constancia, pero es muy divertida. Pero, para una persona con depresión ¿son consejos sostenibles? Creo que estáis de acuerdo conmigo en que se debería profundizar más en un caso así.

Si uno se esfuerza mucho, dejará de comer, se privará. No será feliz, pero es por una buena causa, ¿verdad?

Si uno se esfuerza mucho, reirá. No será feliz, pero reirá y se acostumbrará a ello, hasta que le sea más fácil y natural hacerlo. No llegará a la raíz del problema, pero es mejor reír que llorar, ¿verdad?

Uno se puede forzar a hacer deporte, ya que quema grasa y produce endorfinas. Le costará la misma vida, pero se esforzará y se sobrepondrá. Haciendo un esfuerzo titánico saldrá de su casa y se dispondrá a cuidar de su cuerpo y mente como debería. !Es fácil,¿no?!

Claro que hay muchos casos en los que estas fórmulas funcionan. Pero…¿y los casos en los que no funcionan? Y en los casos en los que funcionan, ¿duran toda la vida?

¿Cuánto puede aguantar una persona haciendo lo que odia? Parece una prueba un tanto dura, una aproximación demasiado severa como para vivir toda una vida con ella.

Los que no conseguimos controlar lo que comemos, o controlar nuestras lágrimas o penas, los que no conseguimos hacer ejercicio por más que sepamos lo beneficioso que es….¡ya sabemos lo que somos!

Somos unos perezosos, golosos, no tenemos fuerza de voluntad, no tenemos amor propio, somos unos tristes. (léase con ironía)

«¿Qué se le va a hacer si fulano no escucha?», «Mira que sabe que es por su bien…pero nada, no le pone remedio», «No tiene autocontrol, le pierde comer», «Es tan flojo que no se levanta ni para irse a la cama», «Se pasa el día llorando…si trabajara en el campo ya verías cómo se le quitarían las tonterías»… puede que hayamos escuchado estas frases en más de una ocasión, normalmente provenientes de familiares y/o amigos que nos quieren. Se preocupan y se sienten frustrados cuando ven que no cambiamos y que ellos no pueden ayudarnos.

Porque nosotros no nos sentimos nunca así, ¿cierto? (léase con ironía)

Simplemente no queremos sentirnos mejor. (léase con ironía)

Hay demasiada carga emocional y psicológica detrás de este tipo de casos.

Lo primero que me gustaría decir es que «Cuidamos lo que amamos». Después decir que «Si algo no te produce placer, no es sostenible».

Como ya dije arriba, una de los problemas que yo tenía era que, si estaba gorda, no podía quererme. «Tengo un problema, tengo que arreglarlo para quererme». El problema es que si «cuidamos lo que amamos» y yo no me amo…no hace falta ser un genio para averiguar qué pasa aquí. Si no me amo, no me voy a cuidar.

Si te privas constantemente de comer lo que te apetece, si fuerzas al cuerpo a hacer ejercicios que odia, entonces eres una persona con gran fuerza de voluntad. Te honras a tí mismo. Jodido, pero contento. ¿Y si le damos a la vuelta a la tortilla y nos planteamos que el ejercicio puede ser algo genial y algo que queramos hacer…y comer sano un hábito que adquirimos, aprendiendo sobre nutrición, sobre los alimentos que nos hacen bien y creamos unos hábitos sostenibles, no desde la imposición, sino desde el amor hacia nosotros mismos y la aceptación de lo que somos ahora?. Porque «si no te produce placer, no es sostenible».

En resumen, ¿por qué en vez de declararnos en guerra contra un cuerpo que odiamos, empezamos a aceptarnos y querernos tal y como somos para comenzar a implementar hábitos que nos hagan sentir genial?

Un ejemplo de declararnos en guerra sería  «He ido al endocrino y me ha dicho que haga esta dieta y ejercicio todos los días. Va a ser duro pero sólo durará unos meses hasta que pierda los kilos que me sobran»

Esto implica: restricción/ imposición de una persona ajena a tí, ya que no confías en tí mismo/ no existe la búsqueda activa de lo que a tu cuerpo le sienta bien/ no crea hábitos saludables, sólo unos meses de castigo y luego vuelta a la «normalidad»

Un ejemplo de aceptarnos y querernos sería: «He ido al médico y tengo que perder peso, pero no voy a machacarme como siempre, ya que no me ha dado resultado en anteriores ocasiones. Voy a ahondar a ver qué me lleva a no tratar a mi cuerpo con respeto, a mimarlo, a moverlo haciendo deporte, a cuidarlo con comidas sanas…me pregunto cómo me siento al respecto y si puedo empezar a implementar hábitos saludables como meditar, hablarme con amabilidad, ser paciente conmigo mismo/a, y a escuchar lo que mi cuerpo me quiere decir»

Esto implica: no hay restricción, hay escucha/ hay inquietud y curiosidad por conocer qué le sienta bien a tu cuerpo y qué no/ crea hábitos saludables/ no hay castigo, hay perdón y aceptación de uno mismo para poder cambiar poco a poco y que los cambios duren toda la vida.

Ya hablé de Jon Gabriel:

https://artesanalocura.com/2015/05/16/el-metodo-jon-gabriel-para-bajar-de-peso/

Para perder de peso de forma que no volvamos a ponerlo tenemos que mirar hacia nuestro interior. Tenemos que ocuparnos del estrés (que produce grasa abdominal), tenemos que ocuparnos de nuestras emociones (que nos sabotean), tenemos que ocuparnos de nuestras creencias (que nos limitan, critican y minan nuestra confianza).

De lo último que nos tenemos que ocupar es de nuestro peso, ya que éste es una consecuencia de otros problemas más profundos.

Para mí el tapping ha sido una técnica que me ha llevado a momentos reveladores sobre el tema.

Por eso quiero dejaros este vídeo que he subtitulado. Es de Brad Yates, al que ya conoceréis de anteriores entradas.

Hay mucha más profundidad en este tema de la que se le reconoce en nuestra sociedad. Hay muchísimas cosas que se me han quedado en el tintero en esta entrada, pero no van a quedarse ahí. Próximamente subiré una entrevista del Tapping World Summit hecha a Jessica Ortner, que habla largo y tendido sobre el tema. Será muy interesante y reveladora. Pronto podréis leerla.

Hasta entonces,

Quereros, mimaros y cuidaros, como diría Brad Yates, en cuerpo, mente y alma.

-Rakubaba

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